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Mujeres en política


Escritora politique: Rosaura osorio

Twitter:@RosauraOsorioH

Correctora de texto: Deni Itzel Becerril Figueroa

Sección: Mujeres en política


Comparado con otros países de América Latina, como Argentina, Brasil o Chile, es curioso ver como México, siendo un país con la primera constitución de derechos sociales del mundo, leyes sobre la paridad desde los 90 y, en general, leyes que podríamos clasificar como progresistas no ha tenido una presidenta, siendo este el máximo puesto político de un país. Podríamos barajear muchos causas y problemas, sobre los cuales el feminismo ya se ha pronunciado y analizado, desde el techo de cristal, el trabajo doméstico, que no se reparte, hasta el obvio machismo presente en todos los partidos políticos, que ilustra de forma muy certera esta situación.

¿Por qué no ha habido una mujer presidenta? ¿Por qué en otros países no se han necesitado los sistemas de cuotas para que una mujer sea presidenta?


Una de las características más interesantes del patriarcado es que, además de que no tiene un solo discurso, es viscerales multifacético, está en todos lados, es como la sinapsis en el cerebro; por lo tanto, se adapta de muchas maneras a diferentes situaciones. El discurso que insiste en que “tiene que haber más mujeres en la política” o “hay que empoderar a las mujeres” ya lo hemos escuchado. Es un discurso que ha permeado en la cultura y que todas lo conocemos. Si bien las cuotas de género para alcanzar la paridad no se han cumplido a cabalidad, el discurso que le acompaña tampoco ha servido para integrar a más mujeres a la política. En este contexto, nosotras como feministas debemos preguntarnos qué tanto han servido las cuotas de paridad. Se han dado casos en los cuales las mujeres que ocupan puestos de poder son las hijas, hermanas y esposas de los políticos que ya todas conocemos. ¿Esto es malo por sí mismo? Son mujeres, la cuota se cumple, ¿cuál es el problema? La respuesta más corta sería que no, no es malo por sí mismo, sin embargo, no existe una trasversal dad o una verdadera inclusión.

Dar razones sobre por qué en México no ha habido una presidenta no es fácil. Este problema puede definirse como uno de causa y efecto, es decir, sus orígenes son visibles tanto en la estructura familiar como en la misma idiosincrasia de un país. Si desviamos la mirada hacia otros países, notaremos que han logrado tener mandatarias mujeres sin necesidad de crear sistemas de cuotas. Pese a esto, las presidentas que han llegado a gobernar no son una prueba de que en ese país se haya erradicado el machismo, sino que es producto de un complejo sistema, el cual involucran contexto histórico determinado, así como situaciones concretas y correctas que han tenido lugar allí.


En El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, la autora expone que las mujeres burguesas se benefician de sus relaciones con hombres, tanto es así que difícilmente se identificarán con mujeres pobres, primero se identificarán con los hombres de su misma clase económica y social antes que con otras mujeres pertenecientes a clases sociales distintas a la propia. Debido a esto nos cuesta ver a mujeres indígenas, de clase media baja, o baja, y muchas otras mujeres de la periferia en esos espacios. Lo anterior nos da una respuesta de por qué, si bien las políticas de paridad son con buenas intenciones, la manera en que son aplicadas no arrojan los resultados esperados. La idea no es únicamente poner mujeres nada más porque sí en estos puestos, sino que todas las mujeres tengan representación.


Por otra parte una de las críticas más comunes por parte de la opinión pública hacia estos espacios de mujeres obligatorios es que le están quitando el lugar a “un hombre competente” para dárselo a una mujer solo para cubrir una cuota, lo cual no es cierto. Estas políticas poseen un trasfondo ontológico. Si alguien, en este caso “un hombre”, quiere obtener un puesto político y existe una ley de 50/50 la cancha se hace más corta yél no tendría tanta competencia para entrar. Si ese hombre se queja de las “políticas discriminatorias hacia los hombres” tras no obtener el puesto político no fue por las leyes de paridad, si no por su propia incompetencia. Otra pregunta frecuente es por qué se les dan puestos a las mujeres “solo por ser mujeres”, pero nunca se cuestionan los puestos que obtienen los hombres solo por hecho de ser hombres y tener una red de compadrazgos, beneficiada por el sistema patriarcal, las costumbres y las leyes.


Es imperativo ver que el contexto mexicano, donde si bien las mujeres han alcanzado puestos altos como el de gobernadora, secretaria de estado o empresaria, los puestos más altos, como el de presidenta o presidenta de la suprema corte de justicia de la nación, son difíciles de alcanzar para nosotras. Esto, claro, es una obvia referencia al techo de cristal, el cual explica los motivos por los que las mujeres no pueden llegar a los puestos más altos dentro de una jerarquía. Aunado a esto, el trabajo del hogar los siguen haciendo mujeres. Cumpliendo así una doble jornada, esto también les impide llegar a puestos más altos. Otro factor es la falta de representatividad en los partidos políticos, no digamos ya entre sus filas de militancia, sino en sus paneles de opinión, en sus puestos importantes de partido, y en sus destapes de candidatos. En este caso, los problemas se dan en tres frentes: dos públicos y el otro privado.


Naturalmente no bastan las cuotas de género obligatorias para que las mujeres participen más en la vida pública, sino que el cambio debe darse en toda la sociedad, ya que también está el tema de que no todas las mujeres tienen agendas de igualdad género en sus planes cuando llegan a puestos de poder. De hecho, muchas veces una mujer en el poder reproduce las mismas actitudes machistas de sus compañeros hombres, además de no abogar porque haya más mujeres en puestos similares a los de ella. Lo anterior ocurre porque nos hicieron creer que solo los puestos, si es que los había, estaban reservados para una sola mujer, y la única mujer elegida, en vez de abogar por que hubiera más mujeres, quiso que ese puesto fuera para ella exclusivamente. Este modo de actuar se da en varias cuestiones publicas donde la competencia es feroz, ¿cuál sería la solución es este caso? Practicar la sororidad con nuestras compañeras. Esto implica que, aunque tal vez no nos agraden del todo, podamos se empáticas y no privilegiar a los hombres sobre ellas.


Si no luchamos juntas nos someterán por separado.

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