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Dime qué cubreboca usas y te diré quién eres

El Covid-19 llegó para permanecer, va a resistir, evolucionar o quizás con mucho esfuerzo del capital científico, desaparecer. Pero hasta ahora nos dejó mil y un preguntas, consecuencias severas de forma física y psicológica, además de que para muchas las pérdidas, tanto humanas como materiales, han sido irreparables.


Las y los expertos que comenzaron haciendo prospectiva de las consecuencias de este nuevo virus y cómo sería la pandemia, se preguntaban cosas como la situación económica, la nueva e inevitable era de la digitalización, las nuevas y peores epidemias, el sexo y el autodescubrimiento en nuevas facetas… Mi curiosidad surgió cuando leí que muchas y muchos se preguntaban “¿Será este el tan esperado fin del capitalismo?” Y mi cuestión siempre fue ¿Cómo es posible creer que la pandemia colaboraría de alguna forma en hacer ese bien social?


Si algo aprendí en la universidad, en el comercio y durante este año es que el capitalismo es la verdadera pandemia, evoluciona, infecta todos los lugares donde llega, mata, tortura, crea hambre y desesperación. Cada vez parece más imposible escapar de él, de su hambre y ambición por consumir todo lo que desea, por aniquilar a las personas no sólo de forma física, sino emocionalmente. Convierte al “sujeto” en “objeto” y nos deshumaniza hasta convertirnos en polvo.

El capitalismo es tan voraz que puede convertir cualquier recurso básico de protección en un producto que otorgue “status”. Tal es el caso de uno que precisamente cubre la mitad del rostro, lo que parece ser un punto estratégico si pensamos que podría convertirse en un “accesorio” más importante que unos zapatos. Este instrumento sirve como barrera entre el aire y nuestra boca, el virus y la nariz, y no tardó nada en convertirse en una necesidad y como ya he mencionado, para el capitalismo la necesidad es siempre una nueva estrategia. ¿Será que el cubrebocas en sí se convierta pronto en un debate más allá de traerlo puesto o no?


Para mí el cubrebocas no sólo implica un compromiso dentro de las nuevas reglas no escritas

del contrato social, para mí es un símbolo. Me imagino con ilusión las próximas marchas feministas con cubrebocas rayados de frases de lucha y resistencia; las campañas políticas que usarán de forma acertada el cubrebocas como un nuevo medio de propaganda; las marchas estudiantiles en contra del régimen universitario. Me imagino con la misma ilusión artistas, fotógrafas o pintoras, usando el cubrebocas como lienzo de protesta o sólo porque sí. Éste estará pre


sente durante un tiempo indefinido en la compra cotidiana de la sociedad (mundial).



Por esa razón, desde otro lado y sin tanta ilusión, estoy imaginando de forma constante qué va a pasar y cómo van a utilizarlo a su favor las grandes compañías; en el medio artístico las actrices, cantantes, modelos e “influencers” utilizando uno de alguna marca prestigiosa, de una campaña publicitaria, de un movimiento en redes o #challenge popular al que sí o sí tengan que participar.

Las campañas de música y de modelaje sumándose de forma hipócrita con un cubrebocas a cosas que no entienden o valoran pero que servirán para hacer algo viral.


Ahora pensemos en lo multifacético que pueden volver al cubrebocas quienes usamos lentes y se empañan, personas asmáticas, quienes por su uso constante tienen un severo aumento de acné, quienes tienen sus orejas muy chicas, que nunca les cubre completamente la nariz, que necesitan sonreír en su empleo y mil posibilidades de disgusto más que podríamos enlistar. Al convertirse el cubrebocas en parte de “una”,éste éste tendrá que adaptarse a las necesidades de quien lo consume. ¿Tendrá bluetooth, cámara, memoria, ventilador, reloj, agenda? ¿Detectará tu higiene bucal, el clima, las enfermedades a tu alrededor? Otras interrogantes: los códigos de vestimenta, ¿Habrá un cubrebocas elegante y casual? ¿Para la playa, el cine, la cena o el antro? De todos los colores, telas más caras y otras baratas.


Pensando seriamente en el futuro sobre la posibilidad de explotar al máximo un instrumento que antes era irrelevante para la mayoría y ahora se ha vuelto sí o sí parte de la lista de compras, me pregunto con mucha inquietud ¿Servirá esto como otro de los muchos instrumentos para segregar a la población entre ricos y pobres? No lo sé, todo esto parte de

mi imaginación e intriga por el uso/ y no uso de líderes, porque también el no usar esto tiene un mensaje ¿Cuál puede ser? Me cuestiono de forma diaria las razones para no usarlo. ¡Es tan sencillo! ¿Representa acaso cinismo o negligencia, o es una forma de decirnos a las demás que somos ingenuas y manipulables?


De lo que sí estoy segura es de lo que dije anteriormente: el cubrebocas es un símbolo y como todo símbolo las interpretaciones son variables entre personas: resiliencia, dolor, estrés, felicidad y muchas otras que cada quien decidirá darle. La que yo he decidido darle es que el cubreboca es el recuerdo permanente de que vivimos el momento histórico del Covid-19. No importa cuánto intentemos huir y olvidar, el cubrebocas es todas las muertes, familias y negocios destruidos, países colapsados, suicidios, terror, estrés y miedo. No importa cuánto intenten reivindicar y capitalizar el cubrebocas, éste jamás permitirá que el 2020 quede en el pasado.

 
 
 

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