top of page

Descansa en paz

Escritora politique: Mireille M. Cancino

Correctora de texto: Deni Itzel Becerril Figueroa

Sección: Sin definición


La madrugada del martes un hombre, con más de cincuenta años, robusto, con rasgos indígenas y una voz rasposa, manejaba al oriente de la Ciudad de México.Esta era siempre rutina como recolector de cuerpos de los servicios periciales. A pesar de su tan característico trabajo, Don Gregorio era un hombre de familia que no tuvo otra opción más que ese empleo para poder comer y vivir a "medias".


Con el tiempo le perdió temor al oficio.Amenizaba el trayecto con canciones de Los Tucanes DeTijuana y demás tipos de música vernácula,recogía cadáveres que perdieron la vida en accidentes, muerte natural, asesinatos, y lamentaba mucho el fallecimiento de menores. Sentía menos tristeza por ellos cuando se ponía a pensar que por fin iban a descansar. Los muertos por ahogamiento,si tenían más de cuatro días, pareciera que su piel era carne de pescado sobrecocido, a veces olían a plátanos fritos con manteca; todo un un sinfín de olores, texturas y aspectos.


Un día le ordenaron que fuera a una zona marginada, cerca de un puesto de quesadillas, de dudosa limpieza, pero muy concurrido por los veladores del poblado. Ahí Gregorio, acompañado de su compañero Crisantemo, encontró el cadáver de una mujer madura, con los ojos salidos de las órbitas, la piel pegajosa, los labios cárdenos mostrando una gran sonrisa y un vestido gris con hoyos.


Se encontraba tendida de lado. Desprendía un olor a canela. Y, al cargarla, notaron que salían quetzales de su boca. La pusieron en la parte de atrás de la camioneta. Gregorio,siguió manejando. Horas después notaron que el cuerpo ya no estaba. En su lugar quedaban unos troncos de pino.

Nadie les creyó la historia.En su trabajo se rieron y, por supuesto, sus familias también.Les dieron la jubilación porque pensaron que ya tenían desvaríos por la edad.

Pero, quién era la fallecida seguía siendo una incógnita. Lo único que sabían era que su nombre fue Juana Mateos. Nadie sabía en qué trabajaba, de su vida privada, la causa de muerte (pues no pudieron hacer la autopsia), ni su edad. El único que tenía esa información era su pareja de toda la vida, Claudio,quien se encontraba en el hospital a causa de un coma etílico, porque tenía un serio problema con el alcohol. Cuando despertó, se enteró que la mujer de su vida había muerto y, además,su cuerpo estaba desaparecido.

Si exponemos lo que sabe Claudio, podemos decir que Juana nació en la pobreza, hija de una barrendera, que no recordaba quién era el progenitor de la niña; que ambas pasaban sin comer días enteros y no tenían un lugar fijo para dormir. Con dificultades, Juana acabo hasta la secundaria, luego consiguió un trabajo de camarera en una marisquería con un sueldo mínimo, pero con mejores condiciones de vida que en su infancia. Trabajó ahí veinticinco años y, a pesar de odiar el pescado, se acostumbró tanto que ya no percibía el olor. Tenía un carisma y una belleza natural que encantaba a los clientes, y compartía todos los momentos que vivía con Claudio.


Los años pasaban y Juana no pensaba dejar su trabajo. Un díano abrió el local mientras realizaba el inventario, estaba sola resguardando el lugar, o eso pensaba ella. Escucho un ruido que parecía provenir de la cocina, algo similar a los sartenes cayendo desde lo más alto de la alacena. Se dirigió a ver el desorden cuando, de pronto, un sujeto le puso un costal en la cabeza y la tiro al suelo.Juana perdió el conocimiento, cuando despertó descubrió que había sido abusada por el garrotero del restaurante. Al denunciar el hecho, el gerente le dijo que callara o perdería su trabajo. Renuncio.


Desempleada, rechazada y sin ingresos, un amigo de su novio le ofreció un trabajo de distribuidora, pero no de cualquier producto, sino de LSD. Aceptó dudando. Después de esto cambió totalmente su carácter: de ser risueña y cariñosa, se volvió seria, violenta, perdió el afecto por las personas y, en el fondo, era melancólica. Sólo vendía y no se atrevía a probar esta droga, así transcurrieron cerca de quince años.


Una noche de domingo, Juana estaba recostada en su cama, cada vez se le dificultaba más ir a vender a causa de su osteoartritis sin tratamiento y el dolor intenso en su cuerpo. A pesar de estar agradecida con todo lo que poseía, sentía la falta de algo, por lo que se estiro un poco para alcanzar una caja donde guardaba la mercancía y tomó un “cuadradito”.Era de color marfil, lo puso sobre su lengua, cerró la boca, después los ojos. Decidió ponerle un cirio a su altar de la Señora de Fátima.Empezó a rezar. Juana observaba una luz dorada en toda la habitación, sus pocos muebles habían desaparecido y alrededor caminaban ratones.

Se acercó a su ventana, observo que había muchos pájaros en el cielo y quería volar como ellos. Se asomó completamente por la ventanay se dejó caer.Termino en el abismo. Apareció la virgen otra vez.

86 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page